sábado, 10 de mayo de 2008

La castaña ilegal

“Ilegal, no clandestina”, precisa Jorge Montealegre en sus “Notas (autocomplacientes y hasta nostálgicas) sobre La Castaña”. No solo ilegal, sino que también “autogestionada, independiente, antidictatorial, progresista, de bajo costo, sostenida con trabajo voluntario, sin fines de lucro, de factura profesional”. Perdón, no solo Jorge al habla, porque al pié del articulo también está la firma de Hernán Venegas, el editor gráfico, y es justamente Hernán (compañero y “compañero” de fines de los sesenta en la escuela de diseño de la Chile) quien me invita a participar, no solo con dibujos para la revista sino que también a los talleres literarios de la Pía Barros, de la que no puedo dejar de decir algo, pero en otro día, en este blog, por supuesto.

Al principio era El Negro (Venegas) que me llamaba para que fuera a recoger el texto que me correspondía ilustrar. “Este está pintado para ti” decía, y nunca le pregunté qué significaba eso, ni qué criterio guiaba sus elecciones, pero suponía que detrás estaba la idea que él tenía de mí, y además está el hecho de que nunca he sido preguntón. Tenía su taller en una casona de Copiapó al llegar a Portugal, y tampoco me pregunten por qué, pero estaba como pintada para el Negro. Como entonces, a mediados de los ochenta, todo aún se hacía “a mano”, Hernán pauteaba la paginación de cada número, mandaba a componer y diagramaba la mayoría de las páginas, distribuía textos entre los ilustradores, y se encargaba incluso de la producción de las películas con una Repromaster, y creo que incluso del montaje de los pliegos, para bajar costos, claro. Hoy existe el CTP (computer to plate), pero entonces nó, y tengo la sospecha de que es mucho mas caro (por lo de las amortizaciones, o el leasing, sin hablar que se reduce personal y tiempo, pero los costos de imprenta siguen parecidos o mas altos), pero como no soy experto en temas económicos, mejor digo que hablo en términos relativos.

En uno de esos días, aparece Jorge y me pasa una hoja con un poema diciéndome: “A ver que haces con esto”. Y se queda mirándome con esa chispa de ironía amable que es como su copyright. Ahí mismo lo leí, y a pesar de que no se me ocurrió nada, le debo haber dicho algo así como que vería que hacía con “eso”. Si iba a tener forma de cómic es algo de lo que no me acuerdo si lo conversamos a nó, pero a la segunda lectura (ahí mismo, todavía), estaba claro que era casi un guión. Aquí va el texto, dividido con barras, para ahorrar espacio: (Nota editorial: el texto original debe conservarlo en algún lugar ignoto, y la trascripción la hice desde un archivo escaneado hace años atrás, pidiendo disculpas por la mala calidad de la imagen y prometo republicarlo en cuanto encuentre la citada revista que la tenía a mano la semana pasada pero hoy que la busco, no la encuentro. La división en estrofas y versos, señalada con barras simples y dobles, puede no corresponder con lo escrito por Jorge, pero eso dejó de tener importancia con el cambio de género, es decir al pasar de “poema” a “comic”.)

Espejos
Pinza en mano la señora se cuida las cejas // El chofer desenfrenado la observa / En el espejo // La señora no ceja // El chofer frena / Bruscamente // Pinza en mano / La señora sin espejo siente / Que su ojo la mira / Desde la cuneta


En el primer boceto se me apareció “la señora” con ese corte y peinado sumamente ochenteros, como correspondía a la época, y por la misma razón, “el chofer”, con sus ray-ban y su pelo engominado, no podía dejar de tener un aspecto de pertenecer a la Dina (de funesta memoria) o algo así. Así como Umberto Eco dice que escribió El nombre de la rosa porque tenía ganas de matar un monje, aún sigo agradeciéndole a Jorge la oportunidad que me dio de matar un “dino”. Merecían morir.

De los números en que participé, y de lo que logré encontrar entre mis tan mentados (al menos en este blog) archivos, van algunas páginas logré rescatar. Por razones obvias, la portada del número cinco, de 1986, ocupa el primer lugar. En otro lugar hablaré más de eso, pero no está de más decir que en cuanto a estilo, les debo mucho a David Levine, Heinz Edelmann, Roland Topor, y otros muchos más. Está hecho pensando en aquellas personas que, como decía el Vicho Larrea en sus clases, literalmente “piensan con el poto”, y abundaban por esos años y, ¡ay! continúan haciéndolo. También están aquellos que (aún hoy) se mueren de ganas de participar de las ganancias del sistema, pero en esta fértil provincia les queda globalmente grande... Son legión. En fin, debo confesar que todo estos comentarios son a posteriori, y que normalmente las imágenes salen a flote sin tanta palabra, y más bien a punta de lápiz y papel.

Precisiones finales: El texto sobre La Castaña se puede leer en el blog de Hernán Venegas (http://hernanvenegas.blogspot.com/). A pesar de que allí se dice sobre que “trabajábamos en publicidad”, debo decir que, en lo que a mí respecta, es un infundio, ya que mis incursiones en el rubro publicitario han sido esporádicas y por razones estrictamente pecuniarias, ya que hay que reconocer que pagan muchísimo mejor que las editoriales. A la fecha yo me encontraba trabajando en textos escolares en la Editorial Salesianos.

1 comentario:

Pasador de Libros dijo...

Para agregar un vìnculo debes ir a tu plantilla de edición e ir directamente al lenguaje html donde estén los vínculos, copiar, pegar y colocarle un nombre al vìnculo. Yo ya te agregué.
Felicitaciones está muy entretenido tu blog.